EL CERRO DE LOS MOSTRENCOS
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Por Juan Ramos Aparicio (profesor y poeta)
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En
este trabajo literario se intenta, aunque con poca suerte, perfilar la vida de
hampa de dicho lugar, verdadero aguafuerte de vidas caducas con pujos de
monipodio.
El
nombre del “Cerro de los Mostrencos”, por obra y gracia de Ubaldo Prado, a la
sazón cartero de Arroyo, hoy ostenta el bello título de CERRO DE LOS ÁNGELES, y
entre el estiércol de ayer ha florecido
una rosa: El Colegio nacional de Nuestra Señora de la Luz.
Sutiles frases duermen en los oídos del
necio, ha dicho el máximo dramaturgo inglés por boca de Hamlet. Y nosotros
añadimos por cuenta propia: ¿Qué importa, Cambero amado, que Milton ciego fuese
y Beethoven sordo si legaron al Mundo el “Paraíso Perdido” y la “Novena
sinfonía?”
Me
perdonarás, aunque bebido no esté, el que hoy me salga de mis casillas por una
razón muy obvia, Cambero sensato: La de justificar ante el Mundo la situación
del “Cerro de los Mostrencos”, ya que
bien mirado este lugar de esparcimiento senil confina con la mierda(perdón) por
sus cuatro costados. De saber esto algún vesánico y mal intencionado que hoy te
digo, pediría a grito pelado el retorno a lo del…Puerco. ¡Y cuidado que es
bello y luminoso el nuevo nombre de tu pueblo: ARROYO DE LA LUZ!
Perdóname
este tropito ya que tan poco aficionado soy a la Retórica y al rodeo; no
sé si por mi holganza excesiva o porque he dado en opinar que escaso es el
rendimiento que presta a la Ética esta figura de Retórica. Pero resulta el
desnudo, soso y desaliñado, si con un velo de pudor no alcanzamos a tapar su
desnudez. Además, mira querido, a la tía Donata la del “Aprisco”, la oí decir
haciendo guasita de una moza fea que salía hace años del baile de Morán: -Ahí,
la tienes Frasca, ¿no la conoces? La de la Petra la “Chinclona”, y qué guapaza va hoy. Bien
lo dice el refrán: “Compón un palito”….Pues bueno, paisano, esto que tanto te
peroro es lo que quiero imbuirte en la sesera: Que cuadros hay que más bellos
resultan por su marco que por su fondo. Y viceversa.
El cuadro
que hoy quiero hacer posar sobre tus ojos de buen gustador, no lo olvides, más
participa de lo segundo que de lo primero, ya que el marco es de estiércol y
otras porquerías a este tenor y el fondo toma vida en la vida del hombre ya en
el lindero de la muerte.
Trataré de explicártelo claro como agua
manada de fuente, pero en compensación de mi interés, tú debes concederme lo
que te pido: El que atención me prestes. Lo del “Cerro de los Mostrencos”, no
te escame para el mal ni para el bien prepares tampoco a tu alma.
¡Cuántas
veces y, poniendo la voz en el Cielo, trata de hacernos infalible su “loción”
contra la caída del cabello un señor con menos pelo que el casco de una botella
de Agua de Carabaña, en su testa. Pero el negocio es el negocio,-¿comprendido?-Pues
manos a la obra.
Desde hace
siglos, han dado en llamar a este lugar a que me refiero el “Cerro de los
Mostrencos”, no sé porqué designio ignoto, ya que Arroyo puede alzar el grito
de pueblo trabajador allende de los mares. Si no fuera porque conoces la
condición laboriosa de tu pueblo me dirías, entre altanero y soez:--“En todas
partes cuecen habas, amigo”. Yo te daría al momento la razón, pero añadiría
presto, que para los cerdos. Esta sería la respuesta perlada que yo emitiría al
que me objetase en lo más mínimo al hablar de la condición activa del hombre de
Arroyo. Por eso, el nombrecito del “cerro”, es enigma para mí, pero…trataré de
explicarme.
¿Tú has
pasado por dicho lugar en domingo o en día en que el Almanaque se viste de encarnado?
¿Y en días de faenas? También has pasado por él, y siempre lo has visto en
grupitos limitados jugando a las cartas o hablando. No te has detenido, bien se
ve, por impedírtelo tus ocupaciones cotidianas en este “Paraíso cerrado para
muchos”. ¡Qué lástima, Cambero, ya que te hubieras alegrado de ello!
El hombre,-
dos veces niño- encuentra en los intereses lúdicos su distracción más grata. De ahí que trate de hacer de su
vida un puro juego. Así juega en su infancia como en la vejez. Esta es la primera
y fundamental razón por lo que el “Cerro de los mostrencos”, es un puro juego
infantil, aunque cartas mugrientas se crucen entre ellos.
“La brisca”,
es un juego inocente y por ende de niños. A esto, exclusivamente, se juega
aquí. El dinero no se gana ni se pierde, porque los socios de este soleado
Monipodio, no tienen blanca. De tener blanca, no veríamos escenas tan azoradas
y borrascosas como Fedor Dostoievski retrata en “El Jugador”, ya que estos
asiduos durmieron cara al cielo, teniendo un manto de estrellas por colcha y
por jergón el duro suelo, y no el diván esponjado de Montecarlo.
Y el campo,
paisano, da la nobleza y virtud que los grandes Salones niegan al magnate. Por
eso los BELENES se adornan con motivos
del campo y de pastores, y no con Duques y Marqueses, que más libertinos son en
su vivir, aunque los primeros vivan en rústica choza.
Sígueme, que
de la mano quiero que entres conmigo en el lugar mencionado tantas veces en
esta tarde de primavera en que los viejecitos salen a él a tomar el sol como
los lagartos y se deleitan y recrean con el “Catecismo del Padre Furnier”. ¿No
ves el corrillo que tumbado habla junto a la cancilla del huerto del palancón?
Esos son los decanos del Cerro, por más antiguos. Son, por orden de colocación,
el Ruso, el primero; le sigue a su
derecha Perico Patata; más allá (siguiendo el cerro), el tío Larate, el Penoso,
Charrón, el Vendío, Félix Higueras, Parrillas, el Raso, el Soplillo y el
Mamón…de pie siempre, como hoy ver puedes, una caterva de admiradores y curiosos.
Separados por el “Vertedero” del tío Loreto, otro corrillo…, y otro…, y
otro…hasta cerca del tinado del Quico, adyacente con este simpático mentidero.
Más allá duerme la siesta en cluquillas, -incómoda postura-un viejecito de
tapaboca verde y gorra de Astrakán, que no cree ver por mucho tiempo ya el
gigante pino del Palacio. Félix Higueras, entretiene a su corrillo con juegos
de manos,-limpiamente ejecutados por cierto- y otras alicantinas suyas. Ve ahí
su fama de brujo y embaucador. De vez en vez, se mete con el “Ruso”, hombre más
bien con ojos y cara de lapón, de estatura pequeña y barba de plata. Su aspecto
es de sastre malo y, probablemente, sastre habrá sido su oficio. A mí, de
muchacho me infundía, Cambero, miedo este hombre de vida pacífica y trato
afable. ¡Tan fea es la pobreza! Todos cuentan que las cartas en sus manos
más presto que bailarinas se mueven y
que tienen buen perder. A casi todas las cartas de la baraja, no las mienta por
su nombre y sí con el de su bautismo casero. Al caballo, cualquiera que sea el
“palo” del pinte, le llama el “cojúo”; a
la sota, mucho la abrevia de nombre para antes terminar; al cinco de bastos, el
“chisme”, le dice y al “As” del mismo palo, “don Pepino”…..Así te nombra él la Baraja
y no por su nombre de pila. Entre ellos, es tan familiar el vocabulario de “El
Ruso”, que a media miel se quedan los no iniciados en esta escuela de alegre
senectud. Por eso gusta verlos discutir una mala jugada en su argot
desternillante: “Si echaste el “Cojío”, y no la P……., como dices; si yo tiré la
“Sanguijuela”, (tres de bastos), y le monté; si el “Vendío” tiró el “Chisme”….
¡Y lo
estupendo es que se entienden bien!
Tal es,
lector amado, la faz simpática con que nos convida a los curiosos el “Cerro de
los Mostrencos”. El marco de bello nada tiene pero cuánta hermosura rezume este
cuadro de hampa arroyana, donde no falta algún galopín que enturbie este charco
de agua clara.
Veces hay
que sutiles frases duermen en oídos necios…
¿ Y qué
importa ni desmerece al poema de Milton su ceguera, o a la sinfonía de
Beethoven, su falta de oído?
Por eso,
incondicional amigo, yo me he complacido mucho en mostrar ante tus ojos este
aguafuerte, ya que tan nuestro es en todo.
Y primero…,
Dios; pero después, (sobre todas las cosas del Mundo) está nuestro pueblo.
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Trabajo
cedido por D. Vicente Ramos, hijo del poeta.
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