TIERRA DE LUZ
Me dice el corazón que Arroyo de la Luz, tiene una luz en las sombras. Luce al amanecer con una aurora muy especial. Eso creo que es debido a que hubo en la antigüedad una hermosa nereida que se quedó dormida entre las olas, y el vaivén del agua la llevó vagando entre las espumas hasta un lugar llamado "El luzenar" y allí la dejó encima de un pequeño promontorio. Era una ninfa bellísima llamada Nerea, de pelo verde, ondulado y sedoso. La ninfa, se puso a llorar desesperadamente, al ver que el mar la había abandonado mientras dormía. Lloró y lloró entre la soledad y la angustia. Estaba sola en aquel paraje desconocido y solitario. La mitad de su cuerpo era el de un pez y la otra mitad el de una bella mujer, una diosa rubia como el sol de la mañana. Miró en derredor buscando el mar, no había mar. Se estremeció, imploró al dios Apolo, mientras de sus hermosos ojos caían gélidas lágrimas transparentes, el dios escuchó su llanto que era como un salmo de dolor y de dulzura, pero el dios temiendo que le robaran su poder y su hermosura, se retrasó en aparecer, cuando lo hizo, ya Nerea estaba a punto de morir de desesperación, había llorado tanto que sus lágrimas corrían por aquel hermoso lugar antes inundado por el mar y ahora impregnado de lágrimas. Apolo se compadeció al fin, y asomó allá por el oriente enviando rayos de arrebol y violeta. Subió y subió, pero cuanto más subía más calor sentía Nerea. El ardor de aquel extraño fuego, la fue derritiendo y fosilizando. Su parte de pez se convirtió en agua, la cual siguió el rumbo de las lágrimas. La parte de mujer se hizo tierra con una bellísima y exuberante dalmática. Los ojos se convirtieron en dos brillantes y transparentes charcas que lloraron por su dueña desconsoladamente, hirviendo en el amor y la pena, hasta desbordarse como arroyos de silencio. Y la luz se hizo en mitad de aquel bellísimo paraje y se formaron dos regueros de líquido precioso destellando en fulgores. Uno salió de la charca del Noroeste y se internó en el collar de huertas haciendo crecer la vida; otro salió de la charca del Nordeste y se abrió camino espejeando como el Ponto que menciona Homero, pero no caminaba hacia el infierno, sino hacia la libertad de la luz y también, como su otra lágrima, en busca de la vida. Entre ambos regueros, arroyos ya, convertidos en limpidas y cristalinas aguas. Allí entre ambas corrientes, quedó como una crisálida, el terso y turgente pecho de Nerea, del cual comenzó a surgir la luz y la vida. Más allá de Apolo, una luz poderosa brilló en la infinidad y envió un regalo, una deslumbrante luzena que se posó en la bóveda celeste por encima de la crisálida, de cuyo fulgor comenzó a surgir el canto de los pájaros, las encinas, los canchales con su sedosa y musgosa capa, la hierba de los campos, el canto de las mujeres, los gritos de los niños, el trino aflamencado de los hombres.Todo quedó bajo el cielo: las nubes, el sol, la luna, el día , la noche, el grito y el silencio. Había muerto Nerea... Había nacido Arroyo, cuyo apellido, alumbra el corazón de las estrellas.
Me dice el corazón que Arroyo de la Luz, tiene una luz en las sombras. Luce al amanecer con una aurora muy especial. Eso creo que es debido a que hubo en la antigüedad una hermosa nereida que se quedó dormida entre las olas, y el vaivén del agua la llevó vagando entre las espumas hasta un lugar llamado "El luzenar" y allí la dejó encima de un pequeño promontorio. Era una ninfa bellísima llamada Nerea, de pelo verde, ondulado y sedoso. La ninfa, se puso a llorar desesperadamente, al ver que el mar la había abandonado mientras dormía. Lloró y lloró entre la soledad y la angustia. Estaba sola en aquel paraje desconocido y solitario. La mitad de su cuerpo era el de un pez y la otra mitad el de una bella mujer, una diosa rubia como el sol de la mañana. Miró en derredor buscando el mar, no había mar. Se estremeció, imploró al dios Apolo, mientras de sus hermosos ojos caían gélidas lágrimas transparentes, el dios escuchó su llanto que era como un salmo de dolor y de dulzura, pero el dios temiendo que le robaran su poder y su hermosura, se retrasó en aparecer, cuando lo hizo, ya Nerea estaba a punto de morir de desesperación, había llorado tanto que sus lágrimas corrían por aquel hermoso lugar antes inundado por el mar y ahora impregnado de lágrimas. Apolo se compadeció al fin, y asomó allá por el oriente enviando rayos de arrebol y violeta. Subió y subió, pero cuanto más subía más calor sentía Nerea. El ardor de aquel extraño fuego, la fue derritiendo y fosilizando. Su parte de pez se convirtió en agua, la cual siguió el rumbo de las lágrimas. La parte de mujer se hizo tierra con una bellísima y exuberante dalmática. Los ojos se convirtieron en dos brillantes y transparentes charcas que lloraron por su dueña desconsoladamente, hirviendo en el amor y la pena, hasta desbordarse como arroyos de silencio. Y la luz se hizo en mitad de aquel bellísimo paraje y se formaron dos regueros de líquido precioso destellando en fulgores. Uno salió de la charca del Noroeste y se internó en el collar de huertas haciendo crecer la vida; otro salió de la charca del Nordeste y se abrió camino espejeando como el Ponto que menciona Homero, pero no caminaba hacia el infierno, sino hacia la libertad de la luz y también, como su otra lágrima, en busca de la vida. Entre ambos regueros, arroyos ya, convertidos en limpidas y cristalinas aguas. Allí entre ambas corrientes, quedó como una crisálida, el terso y turgente pecho de Nerea, del cual comenzó a surgir la luz y la vida. Más allá de Apolo, una luz poderosa brilló en la infinidad y envió un regalo, una deslumbrante luzena que se posó en la bóveda celeste por encima de la crisálida, de cuyo fulgor comenzó a surgir el canto de los pájaros, las encinas, los canchales con su sedosa y musgosa capa, la hierba de los campos, el canto de las mujeres, los gritos de los niños, el trino aflamencado de los hombres.Todo quedó bajo el cielo: las nubes, el sol, la luna, el día , la noche, el grito y el silencio. Había muerto Nerea... Había nacido Arroyo, cuyo apellido, alumbra el corazón de las estrellas.
Madrid, 25 de febrero de 2012.
Eladio San juan Brasero.
Hola, Nerea no fué rubia, era morena, su pelo largo y negro guapisima.
ResponderEliminarQuerida amiga o amigo, ¿por qué no podía ser morena o rubia? lo principal es su belleza. No obstante, debo decir que casi todas las imagenes que existen las Nereidas o Ninfas se presentan como rubias con el pelo largo.
ResponderEliminarGracias por su comentario.
Un cordial saludo.
Eladio San Juan