martes, 16 de diciembre de 2014
HUBIERAN SIDO TUS OJOS
HUBIERAN SIDO TUS OJOS
Era una tarde gris con lluvia de desprecios.
Sólo tus ojos hubieran sido la benda en mis heridas
pero pasé a tu lado y no me viste,
ni tan siquiera el viento te llevó mis rumores.
Era todo en mi alma un canto enamorado
y no me viste a causa de la niebla.
Mi niebla y la tuya, la niebla pudo ser la causa de tu pena;
y yo tímido, insensible y depravado,
no te dije te quiero aunque no me escucharas.
No te grité: ¡te quiero en la distancia y en la pena!
En la alegría toda de los hombres yo te amaba.
Era yo todo tuyo como la voz del viento en el armonio.
Y no te grite, mi vida, que te quiero.
Qué ingrata incertidumbre puso en duda tu amor.
Y pasabas, y mirabas, y yo también miraba
y guardaba en silencio el ardor de mis labios.
¡Cobarde!, y me llamé cobarde tantas veces
que aún me duele tanto, ese tiempo perdido.
La inepta timidez de los silencios
es a veces la pérdida de un mundo.
Eladio Sanjuán
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