martes, 17 de septiembre de 2013

HISTORIA DE NUESTRO PUEBLO PUBLICADA EN HOY POR FRANCISCO JAVIER GARCIA CARRERO EL 16/09/2013.








REPORTAJE
Las primeras ferias se celebraron entre el 12 y el 15 de septiembre de 1818
NOTICIA DE FCO. JAVIER GARCÍA CARRERO16/09/2013

Recién inaugurado el siglo XX, las ferias de Arroyo del Puerco ya tenían 83 años de antigüedad. Muy lejos quedaba en el tiempo cuando el consistorio municipal, por primera vez en 1805 y reinando Carlos IV, solicitó al valido Manuel Godoy que se les autorizase la celebración de una feria anual que el ayuntamiento quería fechar entre el 15 y el 20 de agosto. El argumento en aquel instante fue el de "dar salida a frutos y ganados y así los vecinos están libres para las labores de sementera posterior".
La condesa de Benavente (María Josefa de la Soledad Alfonso-Pimentel), señora de la villa, se opuso a esa fecha y señaló que mucho mejor sería una feria que discurriese entre el 25 y el 28 de septiembre. Posteriormente, en 1817, y ya reinando Fernando VII, el consistorio, no convencido con los días propuestos por la condesa, volvió a realizar una nueva petición para cambiar los cuatro días de celebración. El argumento esgrimido en esta ocasión fue que "la experiencia ha demostrado que desde el 25 al 28 de septiembre no son los más convenientes porque las primeras aguas suelen venir en esas fechas y por atención a las ferias los vecinos distraen sus labores de sementera".
En este caso nadie se opuso a la modificación de adelantar los que serían las fechas irreversibles de ferias que se estipularon para los días que discurren entre el 12 y el 15 de septiembre, cronología que se ha mantenido en el tiempo hasta la actualidad. El acta de concesión definitiva fue firmada en Madrid el 8 de diciembre de 1817, por lo que las primeras ferias de Arroyo se celebraron entre el 12 y el 15 de septiembre de 1818.
Por lo tanto, llegados a 1901, y siendo alcalde del municipio Fernando Martínez Camargo, las tradicionales ferias y fiestas de Arroyo del Puerco iban, como todos los años, a celebrarse con inusitado alborozo ya que eran en extremo pintorescas. Unas ferias en las que participaron de manera activa los 7.100 habitantes que en aquella fecha tenía nuestro pueblo.
Dos eran las actividades fundamentales que se realizaban durante estos días. Por un lado, la feria anual de ganado que tenía lugar entre "la carretera de Cáceres y las primeras casas del pueblo"; es decir, en la explanada que hoy día ocupa el Instituto Luis de Morales y que sirvió de rodeo hasta la década de los años cincuenta del siglo pasado. Y, por otro lado, destacaban las corridas de toros populares que se "verificaban en la Plaza Nueva".
El mercado de ganado fue aquel año especialmente concurrido por la gran cantidad de transacciones que se llevaron a cabo. Al mismo acudieron todos los ganaderos de los pueblos cercanos (Malpartida de Cáceres, Brozas, Alcántara, etc.) y un número muy importante de propietarios y marchantes del resto de la región e incluso de otras zonas españolas.
Allí, una vez amanecido el día, comenzaron las conversaciones que terminaron con la compra-venta de una cantidad muy significativa de vacas, cerdos, caballos, mulos y asnos que eran los animales que fundamentalmente se intercambiaban. Esta actividad solía concluir al medio día. Uno de los ganaderos arroyanos que mayor número de transacciones realizó fue Manuel Collado Jabato, líder del Partido Conservador en la población y persona que había sido alcalde de la villa en varias etapas; por ejemplo, en 1892, coincidente con la llegada del telégrafo a nuestra villa, y entre 1895 y 1897.
Mayor espectacularidad tenían por su carácter meramente festivo las corridas de toros populares en la Plaza Nueva. Los mozos "interceptan una de las tres bocacalles" por las que se podía, y aún se puede, llegar hasta esta plaza donde permanecían encerradas las reses que el "ganadero tenía obligación de soltar para que la afición se divierta".
Otra de las bocacalles se cerraba en su parte central colocando a ambos lados numerosos burladeros, tras los cuales se "ocultaban los lidiadores". Las cuatro aceras de la plaza estaban defendidas por una línea de carros y tablados que servían para que el público presenciase la función y, además, para que la parte inferior sirviese de refugio a los lidiadores si se "ven perseguidos por los toros".
En una de las casas de la plaza se encerraba al toro, y una doble fila de mozos colocados a la puerta de esta casa-toril esperan la salida del morlaco y armados con todo tipo de herramientas. Una vez dada la señal, y cuando el toro se disponía a salir a la plaza, le proponían como "primera recomendación todo un diluvio de pinchazos, puñaladas y palos". Además le dejaban clavado por todas partes del cuerpo numerosas banderillas que estaban "adornadas de vistosos colores".
También resultó muy llamativo y entretenido cuando los mozos colocaron un cántaro de barro, tan típico de la población, atiborrado de ratones vivos y una "colmena repleta de gatos". Ratones y gatos, una vez roto cántaro y colmena, salieron espantados en todas las direcciones posibles que, junto con la algarabía del toro, provocaron las risas constantes entre los espectadores que abarrotaban el "gran coso taurino".
Aquel año los jóvenes del pueblo, entre toro y toro, también idearon un pelele que representaba a modo de "Don Tancredo", el cual por medio de una polea se hacía ascender o descender para que los mozos trataran, subidos en sus mulos, burros o caballos, de ensartarlo con sus varetas. No obstante, aquel año, aunque el pelele no estuvo "muy firme en su pedestal", no sufrió en toda la tarde ni un solo varetazo.
Para atender los posibles accidentes que en la plaza pudieran ocurrir estuvieron prestos los dos médicos titulares y los tres farmacéuticos del pueblo. No obstante, aquel año no nos consta que fuesen necesarios sus servicios por cuestiones de especial gravedad.
Las ferias y fiestas de este año se completaron con diversos puestos de ventas de turrones, altramuces o almendras situados en las inmediaciones de la Plaza Nueva y concluyeron, por consiguiente, de manera satisfactoria para todos los vecinos y a la espera de las ferias de 1902, que tratarían de superar en "vistosidad" a las que se cerraron el 15 de septiembre de 1901.   

REPORTAJE: LOLI HIGUERO 
Arroyo de la luz.

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